martes, 30 de octubre de 2012


Mi baticueva

Cuando estudiaba segundo de carrera, el Club de Cine y Fotografía de mi escuela organizó un curso de fotografía analógica donde enseñaban, entre otras cosas, a revelar fotos en blanco y negro en un laboratorio fotográfico a la antigua usanza.

Afortunadamente para mí (porque conociéndome, de otra manera no me habría apuntado), mi amigo Pablo también estaba interesado en el curso, y nos apuntamos los dos. Esa fue mi primera experiencia en el “cuarto oscuro” y la verdad es que me encantó.

Ya que, la fotografía digital también me gusta mucho, tengo una cámara Réflex bastante buena y he hecho mis pinitos en el campo del retoque digital, con Photoshop y programas por el estilo. Y sí, el mundo digital tiene muchísimas posibilidades y se puede hacer casi cualquier cosa con las fotos, pero en cierta manera, no es comparable al encanto que tiene revelar tus propias fotos en el laboratorio.

Es un proceso mágico, y muy relajante. Te metes en el cuarto oscuro, con la luz roja encendida, vas eligiendo las fotos que quieres positivar, el tamaño y el encuadre que más te gusta, decides si te gusta más clara o más oscura y luego la ilusión de ver aparecer las imágenes en el papel cuando lo metes en el líquido…Ahí dentro te olvidas de todo y puedes tirarte horas.

El caso es que dejé la carrera, porque entrare en la UAM. Ya no podré  ir al cuarto oscuro de la escuela y lo echaba de menos. En mi casa no hay un cuarto extra para montar ahí mi baticueva  y me daba rabia comprarme la ampliadora si no la iba a usar, además de que tampoco es fácil encontrar el equipo, porque la fotografía analógica está muerta para las tiendas. Pero después de mucho pensarlo, y de morirme de envidia cada vez que veía un cuarto oscuro en alguna película o serie, decidí que ya bastaba de excusas. Supondría algún sacrificio, pero si algo te gusta, hay que esforzarse por hacerlo.

Así que encontré una tienda donde sí vendían lo que me hacía falta y mis padres me regalaron en Navidad la ampliadora, reveladores, fijadores, focos rojos y tambores para poder lavar los rollos.

¡Qué poco cuesta ser feliz!

 

 

 

 

domingo, 21 de octubre de 2012

Una y mil veces mas

Siempre me han gustado los campamentos, y fue gracias a uno que conocí a una chica de la que me enamoré. Ella vive en Santiago de Querétaro, aproximadamente a unos 200 km del DF. Cuando supe de su cumpleaños quise irla a visitar y allí declararle mi amor. El plan era ir con dos amigos para que el costo del viaje disminuyera. Dos días antes del día de partida, uno de mis amigos me canceló. Al día siguiente, Janyk me dijo: perdón, pero no puedo ir. Mi mamá no me dio permiso.

El día llegó y desde las 8 a.m. estaba en pie, con la firme decisión de ir a Santiago de Querétaro, solo o acompañado. Mientras más temprano me fuera, más tiempo estaría con Tania. Con 450 pesos en la bolsa fui a llenar el tanque del auto. Me quedaban 250.

Tomé la carretera. Al pasar cada caseta solo miraba como mi efectivo se esfumaba y, poco después, mi gasolina también, nunca había manejado en carretera. Comenzaron a atacarme los nervios y al llegar a la siguiente caseta, después de casi 2 horas de viaje, sentí un gran alivio… Era la última.

Llegué con el cobrador, pero no tenía un peso. Me orillé, busqué hasta debajo de las llantas y nada. Pensé: me voy por la libre y ya está. La aguja de la gasolina estaba en reserva, no tenía dinero ni combustible, y estaba en medio de la carretera. El poco crédito que tenía en mi teléfono celular me salvó de la situación. Llamé a Tania: Hola, pásame a tu mamá (a quien no conocía). Disculpe señora, lo que pasa es que no tengo dinero para pagar la caseta, ¿no sería mucha molestia que viniera por mí? (Fue una situación extrema).

A los 30 minutos llegaron y me pagaron la caseta (me moría de la pena). Gracias a Dios la reserva fue suficiente.

Al llegar a Santiago de Querétaro, le declare mi amor a Tania y comprobé con tristeza que ella no creía en el amor a distancia. Lo entendí y desilusionado tendría que volver a casa.

La mama de Tania me prestó dinero para regresar, y nunca aceptó que se lo devolviera, por lo que cuando voy a Santiago de Querétaro, le compro flores. En este viaje aprendí lo que el amor puede provocar.

 

domingo, 14 de octubre de 2012

El Santuario de las borracheras “De principio a fin”


 





El Santuario de las borracheras “De principio a fin”

1. Cualquier motivo es bueno: Atracción hacia una persona y la bebida muchas veces da ese coraje a no reprimir aquel sentimiento, un evento social, que al fin y al cabo termina siendo solo un pretexto y, por último pero no por ello la menos importante, porque nos gusta realmente la bebida. ¿Cuál eliges?

 
2. Deseo: Avanzada ya la noche, nuestro cuerpos comienzan a sentir los frutos del  alcohol (mentalmente y físicamente) y eso empieza a gustarnos, lo cual esa ambición nos lleva a seguir tomando y llegamos al exceso.

 
3. El boom de un borracho: Llegada la media noche es aquí donde aparecen los diferentes tipos de borracho:

El borracho agresivo: Suele ser malo, golpeador por naturaleza, aunque al día siguiente se encuentre, con ojos morados, detenido ó manos lastimadas (por golpear puertas, paredes y cosas así).

El borracho zombi: Se convierte en un muerto viviente, expulsa líquido, exhala a borracho, por si solo no se mueve, habla otro idioma y termina siendo un bulto en la banqueta. Peligro es capaz de manchar.

El borracho  karaoke: Se pone a cantar, según el sabiendo todo tipo de canciones, ya sea con otra gente en sus mismas condiciones o él solo.

El borracho mobiliario: Aquel que solo forma parte de la decoración del lugar toma su asiento y de ahí no se mueve por ningún motivo, pero eso si no suelta su bebida.

El borracho exhibicionista- Es cuando el borracho, se pone a enseñar sus partes en público o hacer sus necesidades delante de todo el mundo.
 
4. la caída total: La última etapa de una borrachera, llega el término de aquella felicidad del exceso y al instante nos encontramos en el baño vomitando, recordando estas palabras “esta es la última vez que llego a esto”.
Sin duda, experiencias que tiene la gente por el excesivo gusto del alcohol.
A nadie le gustan los amigos “mala copa” pero, algunas veces son el alma de los eventos sociales. ¿Y a ti te ha pasado?